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Mandioca, información desde la raíz
La mandioca, tubérculo por excelencia de estos lares, se enmaraña en la tierra y se pierde en ella; casi como si de un hongo se tratase, extiende su reticularidad por donde se cultiva, metáfora tal vez de una realidad enraizada de la cual apenas si podemos ver la punta.
La mandioca es originaria de los pueblos guaraníes que habitan Paraguay, Brasil y Argentina. En nuestro país, se cultiva principalmente en cuatro provincias: Misiones, Corrientes, Formosa y Chaco.
Es conocida, también, como aipim, casabe, casava, guacamota, lumu, o yuca, es un arbusto perenne. En botánica, una planta perenne -del latín per, «por», annus, «año»- es aquella que vive por más de dos años con los cuidados necesarios y también se las llama plantas vivaces.
Si queremos extender, exagerar o hiperbolizar la metáfora acerca de esta raíz, bien podríamos decir que esta idea surgió tras un conflicto largo y complejo, que hizo las veces de mandioca que se extirpa de la tierra y deja un páramo resquebrajado, manos cortadas de trabajar de sol a sol, cuerpos agotados e invisibilizados. Para el que consume mandioca, esa realidad de campos y trabajadores quizás no existe. Para el trabajador es innegable.
Nos gusta metaforizar, sí, en la poética está la belleza, y la belleza nos encontró en un acampe de trabajadores completamente invisiblizados pero profundamente enraizados en la tierra. El conflicto docente hizo que nos hallemos en una extrañamente gélida Avenida Uruguay repleta de profesores, maestras, estudiantes, vecinos y vecinas hartos de la explotación a la que históricamente la provincia los expone.
Mayo Misionero
La principal arteria de ingreso al centro de la ciudad de Posadas, la Avenida Uruguay se convirtió en el epicentro de un conflicto. Docentes de toda la provincia, con sus carpas y pancartas, reclamaban salarios dignos en un acampe que, paradójicamente, parecía no existir en los medios de comunicación locales. En paralelo a los docentes, trabajadores del sector más precarizado de la salud también hacían su reclamo y con el correr de los días más sectores fueron sumándose a la lucha.
En ese acampe, entre fogones y reviro en vasitos de plástico nos encontramos, nos conocimos y al igual que los docentes, los trabajadores de la salud, empleados municipales y provinciales, vecinos y ciudadanos de pie, nos preguntamos entre otras cosas ¿Qué pasa con la comunicación en Misiones?
Hace años un gran multimedio nacional en su pelea contra el gobierno sentenciaba que la realidad se puede tapar o hacer tapa… ¡y vaya que aquí faltan tapas!
Una de esas noches, al intercambiar impresiones, experiencias, conocimientos y puntos de vista, surgió la idea de acercarnos para apaliar el frío y formar un colectivo periodístico.
Con grabadora en mano, entre mates, fuegos y carpas capturamos testimonios de los trabajadores, buscando levantar la voz. Con la cámara, no solo se documentó los rostros cansados pero decididos de los docentes, sino también el apoyo de la comunidad y la ausencia de los principales medios locales. Muchas fueron las veces que con celular, casi a tiempo real se informó a través de redes sociales, lo que los noticieros se negaban a hacerlo, dejando un vacío informativo que nos propusimos llenar.
Fue ese escape liberador -como quien cruza una cordillera o unos mensajes candentes con su crush un jueves-, un refill de energía para terminar la semana. Este aire colectivo se parece a tantas cosas, pero mucho más a esto que estamos pensando como voz y acción de un momento fun: fundamental, fundacional.
Mandioca
La génesis de Mandioca surge como nos la contaron. Juntarse acerca, el reconocimiento de esa parte ferviente de uno en otrx, la suerte y la causa común para coincidir. Esa experiencia que vivió la ciudad de Posadas, que nos acercó, no parece ser correctamente mesurada desde afuera. Ni tan grande ni tan chico, podrán decir.
Puertas adentro de la provincia, el impacto de encontrarse con la interrupción de eso que es continuo, que por planeamiento urbano parte al medio la parte histórica de la pequeña ciudad. Puertas afuera, la primera insurrección, ebullición, levantamiento o pichadura con un momento y un transcurrir que pesa hace tiempo pero que hoy roza lo absurdo en su profundidad material y conceptual.
Nuestras lecturas, tienen como vaso comunicante y fagocitante a la difusión tradicional que insistió en contar una visión chata y amplificante de discursos acartonados. Los matices, que se ven en la textura mixta producto de la interacción vivida en esos 150 metros y que desde algún lugar es inédita. Esa cercanía entre lejanos, esa amalgama que yace bajo tierra a menos que la aceptes y la hagas verdad, es lo que nos trae al camino de entender el necesario cónclave que aceptamos construir. Como una necesidad, una urgencia, una premura por escuchar y contar relatos diferentes.
¿Diferentes a qué?
A esos relatos que nos quieren obligar a ver realidades uniformes, lisas, con tonalidades únicas y sonidos ensordecedores. Como si a la vuelta de la esquina, en las otras Misiones, en las ruralidades, en las periurbanidades existiera un color plano/pleno. Un color y no una paleta de colores, de matices, que se transforman cuando se tocan.
Con la experiencia que nos deja el matiz de las lecturas en tiempo real, en días de frío y llovizna, asumimos un desafío generacional infranqueable. Que es el de dejar de negar los vicios del sistema, buscar democratizar la forma de encontrarnos fuera de las propuestas mainstream y amables con el status quo.
El campamento docente eventualmente se levantó. La experiencia del conflicto docente en Misiones fortaleció, o quizás volvió a encender, nuestra convicción en el poder del periodismo independiente.